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Maite Peña: "Hemos tratado de proteger al máximo la calidad de vida y el bienestar psicoemocional de las personas mayores, desde la calidez y la colaboración con agentes sociales y comunitarios"

Ainara Arregi

Maite Peña, Diputada de Políticas Sociales de la Diputación Foral de Gipuzkoa, nos acerca a la difícil situación que han vivido las administraciones durante esta pandemia, sobre todo, a la llegada del Covid en marzo de 2020. 

¿Cómo han vivido las personas mayores este año de pandemia en las residencias de Gipuzkoa?

Ha sido un año muy duro. Desde marzo del año pasado hemos estado volcados en hacer frente al virus. Desde entonces, todos y todas hemos tenido que aprender a vivir de otra manera. Sin duda alguna, la peor parte se la han llevado las personas mayores, las más vulnerables frente a los efectos de virus. Y especialmente, aquellas que viven en las residencias. Debido a sus especiales condiciones de convivencia y salud, han vivido unos meses verdaderamente difíciles y han sufrido las consecuencias más severas de la pandemia. Por desgracia, 322 personas mayores no han conseguido vencer la lucha contra el virus y han fallecido en las residencias con COVID-19.

¿Cómo han repercutido a nivel emocional de los residentes, las medidas establecidas para salvaguardar la salud?

La repercusión emocional ha sido enorme. El mayor reto al que nos hemos enfrentado ha sido buscar el equilibrio entre la salud y el bienestar. Hemos tratado de proteger al máximo la calidad de vida y el bienestar psico-emocional de las personas mayores, desde la calidez y la colaboración con agentes sociales y comunitarios. Frente a las medidas de seguridad y la distancia física, hemos reforzado las actividades culturales, las visitas de familiares y las salidas, así como las ratios de atención en fisioterapia, apoyo psicosocial y terapia ocupacional. Tras los primeros meses tan duros de pandemia, hemos intentado normalizar al máximo posible la vida dentro de las residencias. El refuerzo de actividades culturales, musicales y relacionales han tenido una magnífica acogida, y por eso, seguimos en esa vía, en una pandemia que se alarga ya más de un año, y sus consecuencias se han hecho notar en todos los aspectos y sectores de la sociedad.

Las residencias han sido foco de numerosos contagios. ¿Por algún motivo en concreto?

Hay dos motivos fundamentales. El primero es que para evitar la propagación del virus es necesario mantener la distancia social; pero cuando traemos esa distancia al cuidado de personas dependientes, nos encontramos con una enorme dificultad, ya que el cuidado implica cercanía. El segundo motivo que señalaría es el perfil de las personas que viven en los centros residenciales, ya que la edad media supera los 88 años, son grandes dependientes en su mayoría y muy vulnerables. Esa fragilidad es la que más ataca la COVID-19. Dentro de todas las dificultades a las que nos enfrentamos, para evitar la transmisión, hemos sectorizado las residencias, hemos creado nuevos circuitos, separado las plantillas, evitado el contacto y las relaciones entre diferentes áreas… Las medidas preventivas y de seguridad adoptadas, en la mayoría de casos, ha evitado la entrada del virus en las residencias, y frenado su expansión dentro del centro en otras muchas. En total, 25 de las 65 residencias de Gipuzkoa no han tenido ni un solo caso entre las personas usuarias; sin embargo, ha habido personal contagiado en la mayoría de las residencias. 

Ahora ya con la vacuna la situación ha mejorado mucho en las residencias. ¿Pero cuál cree que ha sido el peor momento de la pandemia y por qué?

La vacuna ha abierto una ventana de esperanza en las residencias. El 27 de diciembre se suministraron las primeras dosis en el centro de Betharram en Hondarribia, y desde entonces, la situación ha mejorado muchísimo. De todas formas, seguimos con la guardia alta, dado que la vacuna no evita el contagio ni la transmisión, aunque sí el desarrollo de síntomas graves, por eso, es vital que sigamos cumpliendo todas las medidas. Una de las mayores dificultades a la que nos enfrentamos al inicio de la pandemia fue la escasez de material de protección. La demanda era enorme a nivel mundial y fue muy complicado conseguir EPIs. Sin duda, ha sido uno de los momentos más críticos de toda la pandemia. Hemos vivido momentos de enorme tensión e incertidumbre, pero gracias a la constante colaboración con las autoridades sanitarias y con las propias residencias, hemos ido haciéndole frente al virus. Como no puede ser de otra manera, con errores y aciertos. 

¿Cuál es la situación actual en las residencias de Gipuzkoa?

A finales de marzo se detectaron casos positivos en la residencia San Juan de Segura, aún habiendo recibido la vacuna, han dado positivo en COVID-19. Por eso subrayamos que no se debe bajar la guardia. Han resultado ser asintomáticas, pero esta situación nos recuerda que las residencias son espacios muy conectados con la comunidad, y como hasta ahora, lo que ocurre en la comunidad, tiene reflejo dentro de las residencias. Creemos que es muy importante seguir con todas las medidas de prevención, por eso, seguimos realizando mapeos preventivos en colaboración con DYA, que ha supuesto una medida de enorme valor en la prevención y control de la expansión del virus. Desde julio, hemos realizado ya más de 120.000 pruebas entre residentes y trabajadores, unas 12 pruebas por persona, aproximadamente.

La pandemia del COVID 19 ha puesto en entredicho el actual modelo residencia. ¿Cree que el modelo residencial de Gipuzkoa debe cambiar?

Desde antes de la irrupción de la pandemia, en Gipuzkoa venimos realizando un trabajo muy minucioso en la revisión del catálogo y del modelo residencial. Lo que ha ocurrido con la COVID-19 es que hemos pisado el acelerador. Vivimos en una sociedad cada vez más envejecida, y la mayoría de las personas mayores prefieren seguir viviendo en sus domicilios. Y en lo que refiere al modelo residencial, el futuro reside en unidades más pequeñas de convivencia, más hogareñas y con una mayor vinculación a la comunidad. En ello seguiremos, el camino a recorrer es largo, pero tenemos el rumbo fijado. 

Si volviésemos a principios de la pandemia en marzo del 2020, ¿volvería a tomar las mismas medidas? ¿Qué modificaría?

La realidad que vivimos a finales de febrero del pasado año fue de enorme incertidumbre. Nos encontramos ante un problema de salud pública sin precedentes en nuestra historia reciente. Desde entonces, y siempre en estrecha colaboración con las autoridades sanitarias, hemos adoptado, y adaptado, los protocolos de actuación y planes de contingencia. Hemos sido muy autocríticos desde el inicio, porque nos encontramos en una situación nueva para todos y todas. Creo que actuamos con celeridad, hemos tenido capacidad de adaptación, aunque también hemos tenido que enfrentarnos a multitud de problemas. Tras un año largo de pandemia, echamos la vista atrás, y de verdad creo que hemos sabido responder a la crisis sanitaria como comunidad. Hemos recibido muchísima ayuda de muy diversos agentes sociales y entidades, y creo que esa colaboración ha sido clave. En los peores momentos de pandemia, ha aflorado el trabajo conjunto y la solidaridad que nos caracteriza como territorio. Y este abordaje conjunto lo repetiría sin dudar. 

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