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Pili Castro: “La soledad no es cuestión de cantidad, sino de calidad”

Saioa Baleztena

Autora de la tesis ‘El sentimiento de la soledad en las personas mayores y su relación con la atribución causal y el afrontamiento’ (febrero, 2016), Pili Castro es desde 2017 profesora de la Facultad de Psicología y Educación de la Universidad de Deusto.

¿Qué es la soledad?

Solemos hablar de soledad como vivir sin compañía o tener muy pocas relaciones. Si, además, se trata de una persona mayor, añadimos la idea de que es alguien que no tiene visitas y/o quien le cuide; es decir, frecuentemente equiparamos la soledad con el estar solo o sola, con el hecho de tener o no relaciones, con el aislamiento. Pero hay otra soledad, más común aún y menos visible, que, además, genera mucho sufrimiento; se trata del sentimiento de soledad. Esta es la soledad más dañina y la que más nos debe preocupar.

Según tu tesis, la soledad es una “experiencia subjetiva”. ¿Por qué?

Podemos tener mucha gente alrededor y, sin embargo, sentir una intensa soledad. Se debe a que este sentimiento no depende solo de la cantidad de relaciones que tengamos, sino sobre todo de su calidad, y la valoración de esta es algo personal. Además, hay otro factor importante: nuestras expectativas y deseos de relación. En psicología decimos que las personas nos sentimos solas cuando nuestras relaciones son menos o peores de lo que querríamos. De esta forma se explica que una persona que vive sola sea feliz, mientras que otra sufra mucho por ello; seguramente la primera ha decidido vivir así mientras que la segunda no lo desea. Vemos, asimismo, que hay mucha “soledad acompañada”, más frecuente en las ciudades que en el mundo rural.

¿Es posible evaluar y medir la soledad? ¿Cómo?

Para evaluar la soledad “física” se analizan aspectos como el tipo de relaciones que forman la red social de una persona y la frecuencia de contacto con ellas. Pero la soledad sentida, al ser subjetiva, requiere que la persona la exprese. En algunos estudios se pregunta directamente por ello pero, en general, nos cuesta reconocer ante otras personas que nos sentimos solas, por lo que tendemos a negarlo. Otra posibilidad es recurrir a escalas que, a través de sus preguntas, ayudan a expresar la valoración de nuestras relaciones y que, al no cuestionar directamente por la soledad, disminuyen el fenómeno de la “deseabilidad social”. En mi investigación diseñé y probé una escala para evaluar la soledad de las personas mayores.

¿Cuáles son las variables que aumentan la vulnerabilidad de las personas hacia el sentimiento de soledad?

Todas las personas somos vulnerables ante la soledad, ya que nuestras relaciones y necesidades de relación cambian a lo largo de la vida. Algunas circunstancias como la pérdida de relaciones significativas, los conflictos, los problemas de salud o los cambios de domicilio, pueden ponernos en mayor riesgo, pero no hay que olvidar que las condiciones objetivas son vividas de forma diferente por cada persona. Además, mientras algunas superan los sentimientos de soledad con relativa facilidad, en otras se convierte en algo duradero. Y el mantenimiento de este malestar en el tiempo es un factor importante, pues se asocia con consecuencias negativas sobre la salud, cada vez más conocidas. Por ello, en mi trabajó estudié las causas a las que las personas atribuyen su soledad y qué hacen frente a ella, y la relación de esto con la duración de la soledad.

Diversos estudios demuestran que es la epidemia del siglo XXI. Desde tu punto de vista, ¿cuáles son los factores que han provocado el aumento del sentimiento de soledad en la población más joven?

El sentimiento de soledad es una vivencia humana que no tiene edad y que aparece siempre que nuestras necesidades de relación no están cubiertas de forma adecuada. En la medida en la que crecen el individualismo y el anonimato, quizás nos sintamos más libres pero también menos conectados a nivel humano. Parece que las redes sociales y la tecnología ayudan a relacionarse pero cada vez somos más conscientes de la falta de profundidad de muchos de esos vínculos, que no nos satisfacen. Insisto en que la soledad no es cuestión solo de cantidad, sino sobre todo de calidad.

¿En qué se diferencia el sentimiento de soledad de una persona joven y una persona mayor?

Creo que en la esperanza o desesperanza de solucionarlo y en lo que la persona piensa que puede hacer y hace para afrontarlo, sobre todo si tiene limitaciones de salud. En general, el sentimiento de soledad mantenido en el tiempo paraliza más cuanto más edad se tiene.

¿Cuál es la relación del sentimiento de soledad con las diferentes variables sociodemográficas de las personas?

En mi tésis analicé la relación del sentimiento de soledad con diferentes variables sociodemográficas (tener o no pareja, vivir solo o acompañado, contacto con personas con las que no se convive, vivir en ámbito urbano o rural…), con la percepción de la salud y con la frecuencia de contacto social. Ninguna de ellas era determinante, excepto dos: la relación con la familia y la edad.

A partir de tu investigación, ¿cuáles serían los retos de cara al futuro?

Hay que divulgar la idea de que lo malo no es tanto que las personas estemos solas, como que nos sintamos solas. Pero el reto más destacable tiene que ver con las personas mayores. En mi tesis encontré que su soledad tiene al menos tres componentes: objetivo (falta de compañía), emocional (no tener a quién recurrir si hay dificultades) y sintónico (falta de satisfacción en las relaciones, no estar a gusto en ellas). Esto indica que la edad no nos hace menos sensibles a la calidad de las relaciones y, de hecho, no es igual la que tenemos con una hija, que con un cuidador profesional o con una persona de nuestra generación. Creemos que la soledad en la edad avanzada se soluciona simplemente teniendo alguien al lado, pero con frecuencia esto no es suficiente. El reto de cuidar bien supone ayudar a responder también a las necesidades de relación y debemos tenerlo en cuenta a la hora de planificar los cuidados, tanto a nivel familiar como institucional. Además, debemos reforzar las relaciones comunitarias y de proximidad en nuestras sociedades avanzadas.

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