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"En la pandemia hemos tenido un tráiler en el que hemos podido mirar a donde no queremos mirar"

Ainara Arregi

El consultor social Fernando Fantova se muestra preocupado ante la dirección que han tomado los actuales servicios sociales vascos, y ve peligrar su futuro.

¿Cómo ha afectado la pandemia a los servicios sociales vascos?

Yo entiendo que la pandemia es un fenómeno que ha afectado a todos los ámbitos de la sociedad. Por lo que podríamos hablar de consecuencias directas y consecuencias indirectas. Yo tengo la impresión de que a cada sistema le ha afectado según su característica previa. Por ejemplo, los servicios públicos de salud tenían en Euskadi un apreciable grado de profesionalidad y de universalidad, y de alguna manera, yo entiendo que han sido puestos a prueba y básicamente, nuestro sistema sanitario con todos los problemas o dificultades que ha tenido, ha respondido de manera satisfactoria para gran parte de la población. Respecto a los servicios sociales vascos, y en otros lugares también, ya estaban en una profunda crisis de identidad existencial y esta pandemia la ha acentuado. Por una parte, la parte de más asistencia a gente muy excluida, como puede ser la gente que vive en la calle, ha hecho que se visibilice más, que se reconozca más esa especie de función de los servicios sociales como último recurso más asistencial e incluso, asistencialista. Por otra parte, si de alguna forma, se había podido, tímidamente, empezar una cierta universalización en las personas con situación de limitación funcional se ha reforzado la idea de que, la no deseabilidad de que te atiendan los servicios sociales. Por ejemplo, si antes de la pandemia, los datos eran que el 85 % de las personas no quería ser usuario de residencias, ahora es mucho más. Yo creo que los servicios sociales han salido mal parados, en el sentido en que, antes de la pandemia estaban muy frágiles y fragmentados, y ahora, salen más frágiles y más fragmentados. Por ejemplo, en la pandemia, en el sistema sanitario o en el sistema educativo se ha visto la importancia que tiene la unión, la unidad, el funcionamiento como un sistema, y aquí los ayuntamientos y diputaciones han hecho lo que han querido. Se ha demostrado que la palabra sistema no le corresponde a los servicios sociales. Obviamente, siempre se reconocerá que muchas personas que trabajan en los servicios sociales han hecho un esfuerzo enorme, por salvar vidas, por estar a la altura de las circunstancias.

Entonces, ¿podemos decir que la pandemia ha dejado en evidencia la necesidad de una remodelación de los servicios sociales vascos?

Los servicios sociales fueron concebidos para ayudar a las personas que por motivos de soledad, de integración, de las familias, de las comunidades, de los empleos, no encajaban dentro del sistema mayoritario. Como no hay un contrato social y como hay mucha gente que toca la puerta de servicios sociales, están sistemáticamente colapsados. La realidad nos va tomando la delantera. Por lo tanto, yo diría, en este momento, ojala tomáramos camino hacia la universalidad pero es muy difícil, porque la realidad demográfica y la realidad social va muy por delante de los servicios sociales.

Dentro de todos los apartados que albergan los servicios sociales ¿cuál crees que ha sido el más afectado por la pandemia?

Los servicios sociales han demostrado que sus dispositivos residenciales para personas mayores no eran un buen lugar para estar al inicio de la pandemia. Digamos que es como pasar un examen dificilísimo. Nadie podía pensar y que los responsables de las residencias no se podían imaginar que una pandemia iba a atacar principalmente al colectivo de personas mayores. Pero lo que sí sabemos es que, ante una agresión de ese estilo, las personas que vivíamos en un domicilio particular, nuestro modo de vida tuvo una resiliencia que no tuvo el modo de vida en las residencias. Esto no quiere decir que sea un problema de la pandemia; a mí me parece que es un problema del modo de vida. Cuando se pensaron las residencias, inicialmente, se pensó como alternativa voluntaria, como decidir vivir en un hotel. Esto fue cambiando porque los niveles de dependencia funcional y los niveles de carencia de cuidados primarios se fueron incrementando. Entonces, las residencias van tomando otra configuración que se reveló como muy poco resiliente ante una pandemia como la del Covid 19. Eso cuando todavía el número de personas con limitaciones funcionales importantes y sin red primaria de cuidados es muy bajo, pero ese número va a ir creciendo exponencialmente en los próximos años. Queremos seguir respondiendo con unos dispositivos que se pensaron para una minoría en situaciones excepcionales, que por voluntad o por exclusión social necesitaban estar en las residencias. Ahora tenemos que pensar en algo que sirva para todo el mundo. 

Como titulas en un artículo tuyo ¿podremos acceder a los servicios sociales, si llegamos a necesitar cuidados de larga duración?

Lo que ha pasado en las residencias en las primeras olas de la pandemia, ha hecho que la sociedad mire a las residencias y se dé cuenta de que algo no funciona bien en las residencias. Sería un error que ahora le dijéramos a la sociedad: no se preocupe, esto ya lo vamos a arreglar. Yo estoy convencido de que el reto de los cuidados de larga duración rebasa absolutamente a las residencias, rebasa a los servicios sociales; va a ser tan grande la demanda de los cuidados de larga duración que requiere repensar la seguridad social, el transporte, la vivienda, el urbanismo, la convivencia, etc. Es un tema de primera división, y mientras pensemos que es un tema que corresponde a los servicios sociales vamos mal, porque está tocando la entraña de lo que es la convivencia, el propio concepto de sociedad. En realidad, la sociedad existe, en tanto en cuanto, nos consideramos interdependientes. La sociedad está como adormilada; vamos trampeando con ahorros, ayudas a mujeres extranjeras, con residencias a las que no queremos mirar, pero, antes o después, ese tsunami va a ser evidente. En la pandemia hemos tenido un tráiler en el que hemos podido mirar a donde no queremos mirar, y ahora, ya estamos intentando olvidarnos, pero antes o después llegará el tsunami.

Todo esto que nos cuentas ¿Qué relación tiene con el pacto intergeneracional que tú tanto comentas?

Si, efectivamente. De alguna forma, el acuerdo intergeneracional está roto, en el sentido de que en la sociedad patriarcal, el pacto intergeneracional tenía una trampa, y era que había una dominación de género que garantizaba el funcionamiento del pacto intergeneracional. Es decir, las mujeres se veían obligadas a salir del mercado laboral, dedicarse al cuidado de la familia, y depender económicamente de sus maridos. En la medida en que esa dominación de género deja de funcionar y además, hoy en día, no se tienen tanto hijos e hijas como antiguamente, que es la manera de poder cumplir con nuestras obligaciones para y con los descendientes, el pacto intergeneracional intrafamiliar no está resuelto pero tampoco está resuelto a nivel social. Los pasos que vayamos a dar en el futuro, tienen que tener el componente de pacto de género, pacto intergeneracional y contrato social.

¿Cómo ves el futuro de los servicios sociales?

No muy prometedor. Sinceramente, no veo capacidad ni de cumplir la misión histórica que tenían, porque la sociedad ha cambiado demasiado, ni de adaptarse a ese cambio. Yo tengo la sensación de que los servicios sociales están siendo como los artefactos que quedan obsoletos por el paso de la historia. Yo intento todos los días que tengan un futuro; para mí, el futuro sería ese modelo de servicios universales, dedicados a los cuidados y apoyos relacionales y comunitarios, pero realmente, veo que vamos en sentido contrario. 

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