Intersectorialidad y equidad en las políticas familiares

Gerardo Zamora

En la antesala del verano, una de las épocas del año que más inestabilidad causa a las familias, esta semana hemos dado la bienvenida al informe extraordinario del Ararteko sobre Políticas de apoyo a las familias en Euskadi. El acoplamiento temporal de ambos eventos es una ocasión para recordar que las políticas familiares inciden en la vida de las personas en todos los momentos de sus vidas, desde los más complejos, como la fiscalidad y las oportunidades laborales, hasta los más inmediatos, como la planificación del periodo estival.

Bien lo subraya el informe: las familias (en plural) son la unidad de convivencia primaria y la fuente de apoyo, cuidado y recursos más importante en las sociedades actuales, incluida la nuestra. Las políticas inciden en cómo se configuran y se comportan las familias, y como los individuos se acercan en mayor o menor medida a la forma de familia que desean conformar. Por ello, las recomendaciones del informe son intersectoriales, reconociendo que el bienestar de las familias es un asunto que incumbe, en distinto grado, a todas las áreas de la administración.

Por razones de espacio, podemos comentar brevemente tres aspectos de relevancia dentro y fuera del informe. En primer lugar, destaca importancia dada al reconocimiento de la diversidad familiar (en la variedad del número de los componentes de las familias y en las características de estos) dentro de un contexto de amplios cambios sociales y demográficos. La explícita mención al envejecimiento poblacional y su interacción con las políticas familiares es un paso más en la lucha por señalar que este proceso afecta a todas las personas e instituciones, no solo a las consideradas socialmente como mayores. La presentación este mismo mes de las Líneas estratégicas de atención sociosanitaria para Euskadi 2013-2016 mostró un documento fundamentado en la necesidad de responder a los cambios en las estructuras familiares. El ámbito sociosanitario es paradigmático en la necesidad de incorporar una perspectiva familiar en la atención sociosanitaria; pensemos en la planificación del alta hospitalaria de una persona dependiente, sobre todo si es mayor, o en la incorporación de la voz de quienes les cuidan (casi siempre mujeres) en estos procesos.

Por ello, sobresale también la clara alusión a las desigualdades de género que perpetúan una serie de inequidades entre mujeres y hombres, así como en diferentes grupos sociales. El reconocimiento jurídico de la variedad de estructuras familiares (porque ya existían en la práctica) no ha caminado de manera paralela a luchar contra las desventajas que sufren las mujeres frente a los privilegios masculinos en ámbitos tan diversos como el laboral, el ocio, la crianza, el cuidado o las tareas domésticas, todos ámbitos interrelacionados con las familias y a las que las políticas familiares deben aún responder más adecuadamente.

En el último informe sobre las familias del Gabinete de Prospección Sociológica de Lehendakaritza constatamos la tendencia de las personas entre 18 y 29 años a afirmar que no tendrán hijas o hijos. Además de las coyunturales, las razones pueden ser diversas, desde la opción a no tenerlos como aspiración personal hasta las dificultades que encuentran para hacerlo. Las políticas familiares, en su diversidad e intersectorialidad, deben abordar este tema no porque deban promover la fecundidad, sino por las frustraciones que genera en la vida de las personas, especialmente en aquellos grupos de población con menos recursos familiares, económicos y laborales para crear una familia. La construcción del bienestar también pasa por impedir la creación de inequidades en este ámbito.

Afortunadamente para muchas personas el verano ofrece la oportunidad de ampliar el tiempo que dedicamos a leer, intentemos conciliar las obligaciones familiares para disfrutar de la lectura de este extraordinario informe.

Gerardo Zamora, sociólogo, consultor internacional en salud pública
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[Publicado en Deia el  29 de junio de 2014]