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Juan López Doblas: “Se habla en negativo de la soledad por desconocimiento de la realidad, por un prejuicio social”

Ainara Arregi

El profesor e investigador de la Universidad de Granada (UGR) y autor de numerosos artículos sobre la soledad, Juan López Doblas, nos explica lo que realmente significa el término soledad, así como, las tendencias de la sociedad respecto a esta éste.

¿Qué es la soledad?

La soledad es un término que posee diversos significados, a veces de signo contradictorio. Por un lado, constituye un sentimiento interno que aflora en algunas personas, en momentos concretos de su vida, relacionado con la falta de apoyo emocional o social. Por ejemplo, a raíz de haber sufrido la pérdida de un ser querido, quizás la pareja. Por otro lado, la soledad alude al hecho de vivir sin nadie más en casa. En este caso, hablamos de una situación objetiva, que en unos casos es una opción elegida pero en otro algo sobrevenido, por ejemplo, a raíz de un divorcio o una experiencia de viudez.

¿Podemos considerar la soledad como una enfermedad?

No afirmaría eso. El hecho de que cada vez viva más gente sola es un fenómeno complejo de analizar, pero está ocurriendo en nuestras sociedades, y no sólo se trata de personas mayores sino de cualquier edad. En su aspecto positivo, está relacionado con la modernización social, con la expansión de estilos de vida donde prima la independencia y la privacidad. Es algo que lleva dándose en todos los países occidentales desde la Segunda Guerra Mundial. Pero vivir en solitario supone para otras personas algo indeseado, un estado al que no acaban de adaptarse y que lleva consigo otros problemas como el aislamiento social, la falta de lazos familiares o la depresión. Eso la soledad entendida como forma de vida. Si la concebimos como sentimiento interno, la cosa cambia. En este caso, se trata de un problema social que parece afectar sobre todo a las personas mayores cuando enviudan, tras varias décadas de matrimonio. Pero también hay estudios que hablan de una notable incidencia entre los jóvenes menores de 25 años.

Cuál es el perfil de la persona que está en soledad? ¿Cómo repercute la soledad en la persona?

Entiendo que se refiere al hecho de estar viviendo sin compañía, en un hogar unipersonal. Se trata sobre todo de personas mayores de 75 años, tres de cada cuatro mujeres, que llegan a esa situación porque, cuando enviudan, optan por continuar en el domicilio propio, en lugar de mudarse con algún hijo o hija, como solía hacerse tradicionalmente. Sin embargo, los últimos datos publicados apuntan que este fenómeno está cobrando auge entre personas de todas las edades, y que están despuntan o nuevos perfiles, como los varones separados o divorciados. Si pasan a vivir solos o solas por voluntad propia, no hay problema. Lo malo es que ocurra por la falta de otras alternativas, o que la persona no acaba de adaptarse a la soledad. Entonces las repercusiones son muy negativas, como refería anteriormente. Por ejemplo, muchos estudios sostienen que existe una estrecha relación entre la soledad y los problemas mentales.

¿Qué caracteriza a la soledad impuesta y  a la que se escoge?

Entendida como forma de vida, la soledad tiene mucho que ver con nuestra situación de pareja. Las personas que conviven con alguien, casadas o no, tiene lógicamente compañía en casa. Ellas escogen ese modo de vida, así como hay también quienes prefieren estar solas y no por eso se sienten aisladas ni carentes de apoyo familiar o social. Generalmente, cuando se puede elegir y se opta por la soledad es porque recompensa, porque ofrece más beneficios que sacrificios. Por ejemplo, actualmente se está dando un considerable aumento de personas treintañeras que, teniendo trabajo e incluso pareja, prefieren mantenerse independientes de modo que se alquilan una vivienda para vivir en solitario. Muy distinto es derivar en un estado de soledad tras una experiencia de viudedad, máxime si se tiene una edad avanzada y nunca antes se había vivido así. La soledad impuesta por circunstancias vitales adversas suele ser una experiencia muy negativa para muchas personas, aunque también hay que decir que con el paso del tiempo suelen adaptarse a ella y seguir adelante con su vida, satisfactoriamente, aunque sea sin compañía en casa. En mis estudios, no son pocas las mujeres viudas que, aunque echan de menos al marido, confiesan que han encontrado, no obstante, en este momento de su vida un sentimiento de libertad que nunca antes había experimentado.

La mayoría de las veces se habla de la soledad en las personas mayores, pero la soledad también es una situación cada vez más presenta en gente joven. ¿Están cambiando los modelos sociales? ¿Por qué?

Efectivamente, cuando la soledad se acompaña de connotaciones negativas, como el abandono familiar o el aislamiento social, suele asociarse con las personas mayores. Sin embargo, los estudios científicos aseguran que apenas son una minoría quienes experimentan la soledad de este modo. Para la mayor parte de las personas mayores, vivir solas representa más bien un modo de vida que ofrece ventajas (la libertad, la independencia,la autonomía) y también inconvenientes (no tener a nadie en casa, riesgo de sufrir una caída o de enfermar estando solas en casa). Pero, como decía antes, hay cada vez más jóvenes viviendo solos. Y estoy seguro que muchos más lo harían en caso de tener suficientes recursos económicos para emanciparse de la familia. Se trata de un fenómeno en clara expansión. En los países del norte de Europa, la cifra de personas que viven solas es muy superior a la de los mediterráneos. Es una cuestión económica (tienen más recursos para vivir independientes), pero también de tipo cultural (lo valoran más positivamente).

 

¿Existe diferencia entre las zonas rurales y las ciudades respecto a la soledad?

Si hablamos de jóvenes viviendo solos, quizás sea un fenómeno más típico del mundo urbano, sobre todo en zonas con mayor poder adquisitivo y mayor nivel educativo y cultural. Pero si hablamos de personas mayores viviendo solas, a consecuencia fundamentalmente de la viudez, diría que la clase de hábitat importa relativamente poco. Entre ellas, manda más el deseo de permanecer en el hogar propio y de retrasar todo lo posible el momento en que deben abandonarlo, quizás para mudarse con la familia, quizás para ingresar en una residencia.

Antiguamente, la convivencia era intergeneracional, y actualmente, parece que va en aumento los hogares en los que habitan sólo una persona o una pareja sin hijos. ¿A qué se debe éste cambio?

En mi opinión, la convivencia de tiempos pasados solía estar impuesta por la falta de medios económicos y las necesidades de tipo material. En el caso de las personas mayores, cuando no existían pensiones o eran de muy escasa cuantía, no tenían otra posibilidad que convivir con la familia para subsistir. Cuando dispusieron de medios económicos propios, entonces sí que pudieron elegir su modo de vida. Convivían por necesidad y también por costumbre social, porque es lo que siempre habían hecho las personas viudas, por ejemplo. Las circunstancias actuales son muy diferentes. Hoy en día las pensiones aseguran la subsistencia, de manera que ya no sienten la necesidad de buscar cobijo con algún hijo o hija. Además, cada vez es más frecuente que se encuentren viviendo en otra localidad. Las personas mayores no quieren abandonar su casa ni su entorno social, si no es por una causa de fuerza mayor, como una grave enfermedad, por ejemplo. Por eso lo que hacen en mantenerse en el hogar propio, en una situación familiar de nido vacío mientras que viva la pareja y, cuando la pierden, de vida solitaria. 

La mayoría de las veces el término soledad se contempla como un estado negativo, un estado miedoso, pero sin embargo, hay estudios que indican que es la mejor manera de conocerse uno así mismo, y crecer internamente. ¿Dónde está el equilibrio?

Se habla en negativo de la soledad por desconocimiento de la realidad, por un prejuicio social. Da la impresión de que vivimos en una sociedad llena de ancianos solitarios, desatendidos por la familia y sin relaciones sociales. Pero ello no es cierto. No niego que haya casos de ese tipo, donde predomina el abandono e incluso al maltrato, pero eso no representa lo que sucede normalmente. A mi entender, si nos centramos en el caso de las personas mayores, la soledad es una situación que se encuentran por sorpresa tras enviudar, para la que nadie les había preparado, que les cuesta asimilar en los primeros meses o años, pero a la que terminan amoldándose con el paso del tiempo. Y es entonces cuando comienzan a valorar los aspectos positivos que les ofrece. Por ejemplo la libertad, la autonomía, el hecho de decidir por sí mismas, de trazar su vida cotidiana según deseen. Es un sentimiento que transiten sobre todo las mujeres viudas. Tras toda una vida dedicándose a los demás, al esposo, a los hijos, al trabajo, etc., descubren una etapa donde han cesado ya las obligaciones y donde pueden cuidarse a sí mismas. En cuanto a los varones, algo parecido. Hay quienes aprender a realizar tareas domésticas, incluso teniendo ochenta o más años, con tal de vivir independientes y de evitar el abandono del hogar propio.

¿Cómo se nos presenta la sociedad del futuro respecto a la soledad?

Estoy convencido de que seguirá aumentando el número de personas viviendo solas, en todas las edades. Si la situación económica acompaña, habrá más jóvenes que decidan emanciparse y tener la experiencia de vivir un tiempo solos o solas, antes quizás de establecerse en pareja y tener descendencia. Eso sin olvidar que cada vez hay más que deciden vivir sin pareja estable, sin convivir diariamente con nadie. Por otro lado, las separaciones y los divorcios suelen generar casos de gente viviendo sola, temporal o definitivamente, sobre todo varones (al soler quedar la mujer con la custodia de los hijos). Finalmente, la cifra de personas mayores viviendo solas creo que también continuará incrementándose, alimentada no sólo por la viudez sino también por el propio divorcio, cada vez más frecuente, sobre todo entre los llamados baby boomers. Me refiero a las personas nacidas desde mediados de los sesenta y que pronto alcanzarán los 65 años, con un mayor nivel educativo y una mejor situación económica que los miembros de las generaciones precedentes.

 

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