Las barreras invisibles de la enfermedad mental

Mª Ángeles Arbaizagoitia

El trastorno mental provoca, generalmente, un enorme sufrimiento en la persona que lo padece.  Cuando este tipo de afecciones se apoderan de la mente, la persona ha de realizar un tremendo esfuerzo por retomar el control de su vida. Aceptar que uno mismo tiene una patología de estas características, comprender y admitir que los síntomas que uno presenta son debidos a una enfermedad mental, son pasos muy complicados. El afectado y su entorno se enfrentan a un duro trance.

Esta situación, ya de por sí compleja, empeora notablemente debido al rechazo social, porque lamentablemente el desconocimiento y las falsas creencias sobre los trastornos mentales están generalizadas en la sociedad. Hemos avanzado en los últimos años, pero esa transformación se ha producido básicamente en un plano teórico; de fondo persiste aún un profundo miedo a las personas que se salen de la norma.

De hecho, los titulares –con afán sensacionalista o fruto del desconocimiento– que asocian sistemáticamente diagnósticos psiquiátricos con episodios de violencia, simplificando la realidad, alimentan esas convicciones.  Se proyecta así una densa sombra sobre un colectivo muy amplio, heterogéneo y vulnerable. Está estadísticamente demostrado que las personas con enfermedad mental no protagonizan más actos violentos que el resto de personas. Es más, su situación de fragilidad los posiciona más a menudo como víctimas que como victimarios.

Esos prejuicios sociales calan profundamente en las personas afectadas y en sus familiares, hasta el punto de que se avergüenzan de su situación y renuncian a pedir ayuda. Precisamente, un estudio presentado esta semana por Fedeafes, la Federación de Euskadi de Asociaciones de Familiares y Personas con Enfermedad Mental –realizado en colaboración con sus asociaciones (AVIFES, ASASAM, ASAFES y AGIFES)–, concluye que el estigma que rodea a los trastornos mentales es el principal obstáculo para la recuperación.

Otra de las consecuencias del estigma es el autorrechazo y la pérdida de confianza en las propias capacidades para alcanzar una vida normalizada. Por ello, las asociaciones que trabajamos por la salud mental en Euskadi nos esforzamos para cambiar la mirada de la sociedad a través de diversas campañas de sensibilización.

Esa transformación social debe ir acompañada del empoderamiento de las personas afectadas. Precisamente, desde Fedeafes hacemos hincapié en las capacidades de nuestros usuarios, sin centrarnos exclusivamente en su diagnóstico y síntomas. La enfermedad es una parte de la persona, pero no es la persona y no debe hacer sombra al resto de sus características y potencialidades. De hecho, desde nuestra experiencia diaria podemos afirmar que con el tratamiento y apoyos psicosociales necesarios la recuperación es posible.

Para lograr la inclusión social debemos apostar firmemente por el modelo de atención comunitaria. Han pasado casi tres décadas desde la reforma psiquiátrica que liberó a las personas con trastornos psiquiátricos de los manicomios y reconoció su derecho a recibir un tratamiento adecuado, en igualdad con cualquier otra dolencia. Afortunadamente, la calidad de vida de nuestro colectivo ha mejorado desde entonces gracias a los recursos y apoyos destinados a que las personas vivan en el entorno comunitario. Pero seguimos precisando de más recursos, centros de día, pisos tutelados, programas de ocio y oportunidades de empleo para favorecer la vida plena. La implicación institucional y social es imprescindible para derribar las barreras invisibles de la enfermedad mental.

Mª Ángeles Arbaizagoitia, Presidenta de FEDEAFES
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[Publicado en Deia el  23 de marzo de 2014]